miércoles, 1 de abril de 2009

Mi más sentido homenaje

Corría el año 1983. Los nacidos en la década del sesenta estábamos empezando la facultad. Como ustedes ahora. Muy atrás había quedado el fallecimiento de un presidente en ejercicio hasta quien, en nombre de sus viejas luchas había llegado su adversario político a despedir al amigo. Pero habíamos dejado atrás, también, una de las etapas más frescas y bellas de la vida, en colegios nacionales intervenidos. Cuando sin importar con qué bandera política nos identificábamos, recitamos como en una sola voz el Preámbulo de nuestra Constitución Nacional convencidos todos de que nos tocaría protagonizar un capítulo de oro en la historia de nuestra querida Argentina: nosotros, como muchos, muchos argentinos votaríamos por primera vez. Y sería también a partir de entonces responsabilidad de cada uno, defender a título de dueño las muy heridas instituciones de la patria.
Argentina empezaba una nueva e inolvidable etapa. Después de la prohibición de expresiones en lengua inglesa, la música en español se consagraba como canal de difusión de ideas de cambio. La depuración ideológica, la persecución, el exilio e incluso la muerte de representantes del mundo intelectual quedaban atrás. El nuevo presidente constitucional asumía con la sociedad el compromiso de recuperar los valores culturales a través de la democracia como estilo de vida y nosotros, los jóvenes de entonces, nos librábamos a soñar con un destino de grandeza. Los primeros años de gobierno fueron de encuentro y participación en contraste con el individualismo y la fragmentación social que había impuesto el terrorismo de estado. La censura quedó eliminada y como prueba de ello se disolvía el Ente de Calificaciones Cinematográficas. Fue la época del “destape”, del auge del mercado editorial impulsado por la necesidad de ponernos al día con todo lo que no habíamos podido leer durante los siete años anteriores. Y entre todo el material disponible venía a erigirse como emblema de ese tiempo el “Nunca Más” publicado por la Editorial Universitaria de Buenos Aires, documento imprescindible para asegurarnos de no volver a tropezar con las mismas piedras que habían comprometido en el pasado reciente, nuestras vidas y nuestra dignidad. Nunca más. El cine también reflejaba vivencias dolorosas en películas como Camila y La Historia Oficial que relataba el tema del robo de bebés durante la dictadura. El rock nacional, la más lograda expresión de nuestra música de protesta, Charly, Spinetta, León Gieco y el regreso de la Marcha de la Bronca de Pedro y Pablo que había nacido en 1972 junto con nuestras leyes de Sociedades Comerciales y de Concursos y Quiebras. La renovación de la universidad tras el retorno de académicos que habían debido alejarse del país…
El fallecimiento de Raúl Alfonsín me hizo volver la memoria para evocar aquellos increíbles años de la historia Argentina tal como mis hijos hoy la estudian en el Colegio Nacional de Buenos Aires, libro que tengo a la vista y reproduzco en partes, algunas casi textuales, doy fe. No hay reproches para quien nos abandona aunque ello nos haga sentir ahora mismo, un poco solos. Nos dejó huérfanos la partida de este padre de la libertad.
No por enseñarme a pensar, pero sí por haberme dado la posibilidad de decir lo que pensaba, me pareció este humilde homenaje al ex presidente fallecido, una necesidad. Y un acto de justicia por aquellos viejos tiempos en los que llegué a convencerme de que no hay logros sin esfuerzo, mi eterna gratitud por lo que hizo de mi.

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